159 que provocó una gran desconexión de los académicos que mostraron a partir de ese momento un escaso interés por la institución. Coincidencia o no, el caso es que desde 1752 y hasta 1791 se pierden las Actas de la Academia (Libro segundo de Actas yAcuerdos), periodo al que Sánchez Granjel denomina “los años oscuros”. En 1791, y reinando ya Carlos IV, se llevan a cabo nuevos Estatutos que refuerzan el papel de la Academia, consiguiendo por fin en 1794 su primera sede en la Casa de la Calle del Tesoro en el local que había dejado la Academia de la Lengua. A pesar de todo, su situación es precaria ya que no tenía subvención económica alguna, por lo que los propios académicos debían mantenerla. Hasta ese momento como ya se comentó el lugar de las reuniones era la botica de Joseph Hortega y Hernández en su biblioteca de la calle de la Montera 19, donde hace años (1934), con ocasión de su bicentenario, la RANME colocó una lápida en su memoria. Estas reuniones se llevaron a cabo desde 1733 hasta 1761 en que Joseph Hortega murió, y desde entonces se celebraron las reuniones en las casas de los vicepresidentes. La sede de Hortega duró por tanto 28 años, tiempo durante el cual se llevaban a cabo semanalmente las sesiones académicas, a excepción de aquellas que por su índole debían celebrarse en otro lugar. Tal era el caso de las sesiones anatómicas de disección o las quirúrgicas que se celebraban en el Teatro Anatómico del Hospital General en la calle Atocha; los actos públicos anuales en el Convento de la Santísima Trinidad o las investigaciones botánicas en el Real Jardín Botánico. En la Casa de la Calle del Tesoro la Academia estaría desde 1795 hasta 1809 (14 años), momento en que se produce el derrumbe del edificio por orden de José Bonaparte que tenía en mente la ampliación de la plaza de Oriente. Ya el año 1808 marcaba la caída de la Academia con las guerras Napoleónicas, y tal y como dice Sánchez Granjel la “francesada” que genera la inclusión en el cuerpo académico de numerosos médicos franceses. La división estaba servida. A todo ello siguió la época represiva de Fernando VII, de modo que en 1824 se produce la clausura de la Academia (“lo ilustrado es peligroso”). En 1827 se produce su reapertura, pero en realidad con numerosas limitaciones y en 1831 se instaura un reglamento controlador y la transformación de la Academia en una institución de distrito limitada a Castilla la Nueva. Son años de zozobra con un sinfín de peregrinajes por distintas sedes: el Convento de San Francisco, la casa del Duque de Alba, el Gabinete de Historia Natural, y el Caserón de Godoy en la calle San Bernardo. Corre el año 1830 y la Real Academia de Medicina de Madrid debe abandonar esta última sede, empezando de nuevo un peregrinaje a distintos lugares, lo que incluye la celebración de las juntas en las casas de diversos vicepresidentes. Su biblioteca tuvo incluso que depositarse de manera temporal en la calle Atocha en la Sede del Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Carlos. Fueron momentos muy difíciles en los que la Real Academia de Medicina de Madrid fue rebajada de categoría a Academia de Distrito, perdió su sede, y tuvo que recolocar la biblioteca en otra institución.
RkJQdWJsaXNoZXIy ODI4MTE=